Teófilo, mi tan querido Teófilo, te escribo esta carta para recordarte que tu amor ha de ser como el Amor de Dios, jamás me cansará de recordártelo, que tu amor ha de ser como el Amor de Dios.
Teófilo, no caigas en la tentación de que es una obra tuya, sino que es una obra tuya y mía, mía y tuya; ante todo mía, de Dios.
Mi tan querido Teófilo, no es una cuestión de puños, de empeño y esfuerzo personal, sino que ante todo es una cuestión de corazón, de trato íntimo y personal con Dios.
Teófilo, mi tan querido Teófilo, tu amor se va haciendo semejante al Amor de Dios en el trato íntimo y personal con Dios, trato íntimo y personal con Dios que se efectúa en la oración y en los sacramentos. La oración y los sacramentos son encuentro de Dios y el hombre, del hombre y Dios, son encuentro del Amor de Dios y del amor del hombre.
Teófilo, una persona que no tiene oración y vida sacramental constante difícilmente podrá ser su amor como el Amor de Dios, pues en la oración y los sacramentos el amor del hombre se abra al Amor de Dios y el Amor de Dios está abierto, siempre abierto, al amor del hombre: el Amor de Dios y el amor del hombre se abrazan; y; el amor de hombre se va transformando en el Amor de Dios por cercanía, relación y comunión.
Teófilo, mi tan querido Teófilo, como es mi Amor ha de ser tu amor. Mi Amor es benigno, no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Mi Amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Mi Amor no pasa nunca y el amor que sea como mi Amor, que se nutra de mi Amor, tampoco pasará.
Tu amor como mi Amor, tú como Yo.
Agapito
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