Teófilo, mi tan querido Teófilo, te escribo esta carta para recordarte que estoy vivo y te quiero vivo.
Teófilo, vivo en el Sagrario, mi casa entre los hombres. Mas tengo contra ti y contra muchos el que no me visitáis lo suficiente.
¿Quieres vivir? Yo soy la Vida. ¿Quieres saber? Yo soy la Verdad. ¿Quieres ser bueno? Yo soy la Bondad. ¿Quieres contemplar lo bello? Yo soy la Belleza. ¿Quieres amar? Yo soy el Amor.
Teófilo, ven a Mí y procura de pasar largos ratos conmigo: unos dialogando, otros callando; unos alegres, otros tristes; unos sonrientes, otros llorosos; unos gozosos, otros dolorosos... Así es, mi tan querido Teófilo, amor y cruz están unidos. El amor puro no es el que está en los momentos alegres y gozosos, sino el que ante todo está en los momentos tristes y dolorosos. Los momentos dolorosos y tristes son como las noches, solo son alumbrados por un puñado de estrellas y de la Luna, pocas estrellas y lunas, pues son pocos los que aman en la cruz. Los momentos gozosos y alegres son como las mañanas, son alumbrados por el Sol, por muchos soles, pues son muchos los que aman en la luz.
Teófilo, mi tan querido Teófilo, quiero de ti y de cada cristiano que vuestro amor sea como mi Amor, el cual está en los momentos de luz y en los momentos de cruz, en los momentos de alegría y en los momentos de tristeza, en los momentos de gozo y en los momentos de dolor. Pasa tiempo conmigo, pues solo conmigo, en trato frecuente conmigo, tendrás un amor como mi Amor. Teófilo, sé varón de vida de oración frecuente y de vida sacramental frecuente. Te digo esto, porque el que tu amor sea como mi Amor, no es una cuestión de gracia natural, sino de gracia sobrenatural; no es una cuestión de tus fuerzas, sino de mis fuerzas. Pon todo de ti, que Yo pondré y pongo todo de mí. Ámame con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas; que Yo te amaré y te amo con todo mi Corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas. Déjate modelar por Mí, por mi Amor, por mi Gracia.
Agapito
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