Teófilo, mi tan querido hijo, te escribo esta carta para recordarte que el amor es el que da valor a cada cosa, que el amor santifica al hombre, que el amor nos hace semejantes a Dios.
Hijo mío, puedes tener todos los bienes del mundo y no tienes amor, nada tienes; puedes hacer todas las obras buenas y no las haces con amor, nadas haces; puedes desear todos los honores del mundo y no deseas el amor, nada deseas...
Teófilo, mi tan querido Teófilo, el amor es pieza fundamental del cristiano; pues, Dios es Amor, Dios se ha revelado como Amos. Así pues, si se nos ha dado a conocer como Amor, es propio del cristiano ser amor, participar del Amor de Dios.
Hijo mío, que tu amor sea movido por el Amor de Dios y no por ningún otro amor; pues, donde no hay amor, pon amor y sacarás amor; así, si tu amor es movido por el Amor de Dios, tu amor será semejante al Amor de Dios, participará del Amor de Dios.
Teófilo, mi tan querido hijo, ama a Dios como Dios te ama, amate como Dios te ama, ama a los demás como Dios te ama, como Dios les ama. Tu amor sea como el Amor de Dios, tu amor se nutra del Amor de Dios. Tu amor queda transformado en el Amor de Dios, tú quedas transformado en Dios, esto se da en la oración y en la vida sacramental, en la relación íntima y personal con Dios. Cultivar la oración y la vida sacramental es cultivar la unión con Dios, es cultivar la amistad con Dios, es cultivar la concordia con Dios, es cultivar la comunión con Dios. Teófilo, cultiva el trato íntimo y personal con Dios hasta que se pueda llegar a decir: ya no es él, sino que es Cristo quien vive en Él.
Iehosif, Esclavo del Señor, esposo de Maryam y Padre de Agapito
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