1 El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. 2 Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». 3 Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. 4 Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; 5 e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. 6 Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos 7 y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó
Amado, mi Agapito, heme aquí en tu presencia. Hazme capaz de conocer y amar, amar y conocer.
Teófilo, mi tan querido Teófilo, mira que ya no ocupo el centro de la tierra, sino que ocupo el centro de tu corazón. Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás. Paso de la mundanidad a la humanidad, de la tierra al corazón.
Amado, mi Agapito, ¿qué he de hacer?
Teófilo, mi tan querido Teófilo, demonio, mundo y carne desecharás de tu corazón, no ocuparán tu intimidad; sino que tu corazón, tu intimidad la he de ocupar Yo y solo Yo; desvistiéndote cada vez más y más de cuanta mundanidad haya y revistiéndote cada vez más y más de una mayor humanidad, lo que requiere un mayor trato de intimidad con Dios. Los más santos son los más humanos.
Amado, mi Agapito, hágase tu voluntad, quiero lo que tú quieres.
Teófilo, mi tan querido Teófilo, sé perfecto como Dios es Perfecto, sé santo como Dios es Santo, sé misericordioso como Dios es Misericordioso, estos son los más humanos: aquellos que tuvieron un trato más íntimo y personal con Dios; aquellos que hicieron lo que Dios quería, cuando Dios quería y como Dios quería; aquellos que no buscaban su voluntad, sino que buscaban la Voluntad de Dios y esta se convertía en su voluntad.
Amado, mi Agapito, entra en mi corazón, habita en mi intimidad y quédate dentro, en el centro de mi corazón.
Teófilo, mi tan querido Teófilo, yo habitaré tu intimidad siempre que no me eches de aquí, siempre que demonio, mundo y carne no entren en tu corazón. Pues, ¿he de permanecer junto a lo que vencí? No, Yo he vencido demonio, mundo y carne, y no habito junto con lo que vencí. David, mi tan querido David, tú y Yo venceremos la mundanidad de tu corazón, venceremos demonio, mundo y carne de tu intimidad; y tu corazón será revestido de auténtica humanidad, tu intimidad será el Cielo en la Tierra, pues el Cielo es estar con Dios y, Dios habitará en ti y tú en Dios.
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