Muy querida Filotea, te escribo esta carta para advertir a tu corazón. Para que tu corazón no se apegue en nada al demonio, al mundo y a la carne; sino que se apegue solo a Dios.
Muy querida Filotea, el Diablo nos quiere lejos de Dios y se sirve de sus demonios, se sirve del mundo y se sirve de la carne, para separarnos de Dios y arrastrarnos junto a sí. ¿Crees que el Diablo quiere tu bien? ¿Crees que el Diablo es tonto? Mira que el Diablo sabe más por viejo que por Diablo, ¿acaso él te presentaría el mal directamente? No, sino que lo presenta disfrazado, haciéndonos creer que es un gran bien para nosotros, cuando realmente es un gran mal para nosotros.
Muy querida Filotea, te invito a una intensa vida de oración, a una intensa amistad con Dios, a una gran relación íntima y personal con Dios; pues la persona que vive en oración vive en humildad, vive en verdad: sabe que Dios es Todo, que él es nada; que todo lo espera de Dios, que nada espera de sí; que trabaja como si todo dependiera de sí, que reza como si todo dependiera de Dios. La oración, mi querida Filotea, nos une con Dios y hace cada vez más robustas las virtudes infusas en el Bautismo: fe, esperanza y caridad.
Muy querida Filotea, te escribo esta carta para recordarte que el centro de tu corazón ha de ser Dios y no ha de ser demonio, mundo y carne. ¿Cómo sé que el centro de mi vida es Dios y no es demonio, mundo y carne? Ahí tienes los Diez Mandamientos y el Mandamiento del Amor, este es el espejo donde se ha de mirar tu corazón. Así sabrás si el centro de tu intimidad es Dios o es demonio, mundo y carne.
Dios que ha empezado en ti esta buena obra, la llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús.
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